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La voz llegada con las fochas (1)

Porque la vía transcurrida, si me vuelvo, es más larga
que el sendero de cabras que me lleva
donde nos derretiremos como cera,
y los juncos floridos no alivian el corazón
sino las verbenas, sangre de cementerios,
estás aquí fuera de la oscuridad
que te tenía, padre, atento (2) a los destellos,
sin chal ni sombrero, al sordo temblor
que anunciaba en el alba
las balsas (3) de mineros por la gran carga
semisumergidas, negras sobre ondas altas.


La sombra que me acompaña
a tu tumba, vigilante,
se posa sobre un erma (4) y tiene un lado
altanero de la frente que le aclara
los ojos ardientes y las duras cejas
bajo sus bucles infantiles,
la sombra no tiene más peso que la tuya
de tanto enterrada, los primeros rayos
del día la transfiguran, mariposas
vivaces la atraviesan, la roza
la sensitiva y no se encoge.

La sombra fiel y el mudo que resurge,
aquella que sacó de sí el fuego (5) interno
y él que largos años de más allá (6)
(años para mí pesados) desencarnan,
se cambian palabras que íntegro
en el margen yo no oigo: tal vez
encontrará la forma en que ardía
el amor de Quien la mueve y no de sí,
mas el otro se asusta y teme que
la larva de memoria en que se calienta

a sus hijos se apague al nuevo salto.


- He pensado por ti, he recordado
por todos. ¿Todavía esta roca
te tienta? Sí, la orilla es la misma
de siempre, el mar que te unía a mis
playas desde antes que yo tuviese alas,
no se disuelve. Yo le recuerdo aquellas
orillas mías y que también he llegado con las fochas
a despegarte de las tuyas. La memoria
no es pecado hasta que sirve. Después
es letargo de topos, abyección


que enmohece sobre sí.....
                                El viento del día
confunde la sombra viva y la otra aún
batallante en un medio que rechaza
mis manos, y el respiro se me rompe
en el punto dilatado, en la fosa
que circunda el acicate del recuerdo.
Así se revela antes de atarse
a imágenes, a palabras, oscuro sentido
reminiscente, el vacío inhabitado
que ocupamos y que espera hasta que es tiempo
de colmarse de nosotros, de reencontrarnos ....


(Eugenio Montale, La bufera)


(1) Traducciòn de Ignacio De Ferari

(2) 'Erto', en la poesía; adjetivo, quien erguido observa al infinito, atento a los destellos y mensajes del más allá. (N. del T.)

(3) 'Chiatte', en el texto italiano ('chiatta': singular), es una especie de balsa ('zattera') o lanchón fluvial, plano, utilizado para el transporte de mercancías u otro tipo de carga. (N. del T.)

(4) 'Erma', en el original; sin traducción. Es una columna cuadrada, coronada por una cabeza que representa a Hermes o por una cabeza bifronte, con una cara sonriente y otra que sufre; su nombre deriva del ya mencionado Hermes, dios griego de las comunicaciones. Clizia se posa sobre la erma, como se posa sobre sí misma. La cursiva es de la traducción. (N. del T.)

(5) Si bien la traducción literal de la voz italiana 'scorporare' es excorporar, se utiliza aquí la expresión "sacado de sí", porque también denota apropiadamente la idea significada por la locución italiana. (N. del T.)

(6) La poesía ocupa la palabra 'oltretempo', es decir, ultratiempo, fuera del tiempo, donde éste no existe. Su equivalente es más allá, por el que se ha optado aquí. (N. del T.)

(7) El término usado en la poesía es 'funghisce', derivado de 'fungho', es decir, hongo, cuya traducción equivalente no es la usada en el texto. Se optó por ésta, pues no existe en castellano un expresión equivalente el vocablo italiano. (N. del T.)

(8) Reencontrarnos (ritrovarci), denota la ambigüedad: alguien encontrará su puesto inhabitado o nos encontraremos juntos. Sin embargo, tal ambigüedad es intraducible, pues el sufijo ci en la voz 'ritrovare' (encontrar, volver a encontrar o reencontrar, en el sentido de hallar) puede traducirse como nos (encontrarnos) o dar la idea de lugar: ahí (encontrar ahí). (N. del T.)